lunes, 1 de noviembre de 2010

TEORÍA DE GÉNERO

               ¡Atentado contra la civilización!


Por considerar de sumo interés para nuestra reflexión y formación, transcribo parte de la exposición lograda por la Revista Huellas, al sacerdote Tony Anatrella, psicoanalista y especialista en psiquiatría social; profesor de Filosofía y Psicología de París. En dicha ocasión refirió cuanto sigue:

La negación de diferencia sexual coincide con la emergencia, cada vez más enfatizada y valorada de la homosexualidad. Que las personas homosexuales deban ser respetadas es evidente, pero que se parta de la homosexualidad para redefinir la pareja, la filiación y la familia, conlleva graves problemas.

De hecho, los homosexuales llevan años presentándose como víctimas, primero de una enfermedad como el SIDA, y luego como victimas de la sociedad, en la medida en que no todos seríamos iguales ante la Ley para casarnos y tener hijos.

Pero una cosa es ser iguales ante la Ley y otra cosa es considerar todas las situaciones de conveniencia como si fueran iguales. Los homosexuales, por el Derecho Natural, no están en condiciones de casarse, concebir, adoptar y educar a los niños. La relación “hombre-mujer no sólo está en el origen de la pareja, del matrimonio, de la familia, sino también del bien social, mientras que la homosexualidad no lo está.

Entonces, ¿Qué papel juega la Teoría de Género? Muchas personas no son conscientes de que este doble movimiento del feminismo extremista y la homosexualidad vuelve a poner en cuestión el verdadero sentido de la pareja. La Teoría de Género ahora se ha convertido en referencia de la ONU y sus agencias, del Parlamento Europeo, de la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo, que modifica el sentido de las leyes.

En España se suprime la noción de padre y madre para reemplazarla por “progenitor uno” y “progenitor dos”. En Venezuela se quiere suprimir la noción de hombre y mujer, para cambiarla por el concepto de “contrayentes”, para permitir a todos los que quieran casarse.

Cuando una sociedad da a entender que no hay diferencia entre hombre y mujer y esta aberración se pretende implantar como ley, se abre ancho camino para la violencia, pues lo natural se desnaturaliza.

Aquí tocamos uno de los pilares esenciales de la cultura y de la civilización, que es el respeto de la diferencia sexual. Luego están la prohibición del incesto, el respeto a la diferencia de las generaciones y la prohibición del asesinato. Estos son los cuatro pilares de la civilización. Si tocamos uno de estos pilares, se desestabiliza por completo la sociedad.

Los efectos de este desatino, no se perciben inmediatamente, pero se verán en el futuro y causarán mayor estrago porque el hombre se cree Dios, saliendo de lo normal para empantanarse en lo ridículo.

En la mayoría de las series televisivas siempre hay un homosexual, un transexual o un travesti: es una imagen impuesta por la fuerza. Se quiere imponer una norma alegando que somos sexualmente indiferenciados. El fin de la sexualidad no es la indeterminación, sino alcanzar la madurez  de la heterosexualidad, es decir, la interiorización del otro sexo, porque interiorizando el sexo del otro, se interioriza el sentido del otro, cosa que no sucede con la homosexualidad. Que seamos creyentes o no, no es esencial, lo que cuenta es la realidad. Y la realidad es que hay hombres y mujeres, es decir, hay dos identidades sexuales, la de la mujer y la del hombre y no hay más. La homosexualidad no es una identidad sexual; es una orientación sexual como pueden existir otras: los voyeuristas, los exhibicionistas....

La ideología de género y la concepción que le subyace van calando en la sociedad. Se advierte en las familias una dificultad excesiva en aceptar la diferencia percibida como una dificultad, más que una riqueza. Negar la diferencia nos sume en la confusión y la inseguridad. Y de la confusión y la inseguridad viene la violencia.

Señalo, una y otra vez, que no me anima ningún sentimiento de confrontación con las personas y lectores que piensan diferente, antes bien, agradezco la paciencia con que me soportan, por un lado, y por el otro, valoro que me instruyan con sus comentarios, aun cuando estos no me sean favorables.

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