jueves, 29 de agosto de 2024

IGLESIA Y POLÍTICA: ¡Cuestiones de antes y ahora!

 
Se dice una y otra vez -en el verdadero sentido de la palabra- que política es el conjunto de verdades teóricas y prácticas que conciernen a la sociedad civil y al Estado. Es decir, a verdades que se refieren a la sociedad y al fin para el cual ha sido constituida. 

Política, según algunos Papas, es el acto más sublime de ejercitar la caridad, habida cuenta que ella se realiza para el logro del bien común. 

Pero también tiene un sentido ofensivo, entendiéndose por política, la lucha entre partidos políticos y adherentes: intrigas, calumnias y demás perlas de las cuales hace gala una mayoría de nuestra fauna política-partidaria. 

La Iglesia no tiene la misión de hacer política. No se ocupa de cuestiones de técnica política: en la formación del gobierno, en la elección de autoridades, etc. Estas dependen solo de la libre elección de los ciudadanos. 

Pero tiene la doble misión de recordar los valores de orden moral que guían la actividad humana y señalar a sus hijos, dónde está el deber moral y en qué condiciones deben cumplirlo. (J. Verdier, Cardenal de París). 

Luego, la Iglesia no está fuera, sino por encima de los partidos, en el sentido de que las acciones de los políticos, siendo actos humanos, deben orientarse hacia su último fin, que es el bien común de la gente que vive en la “polis”. 

Entonces, si un político se dice cristiano, sus acciones deben guiarse por actitudes cristianas: solidaridad, respeto, responsabilidad, honestidad y demás virtudes propias de quien se dice o hace llamar cristiano. Es una deducción lógica que no admite discusión. 

Se equivocan quienes quieren arrinconar a la Iglesia en sus templos, como afirmara Juan Pablo II, más aún si quienes pretenden tal despropósito, se declaran seguidores de Cristo. ¿No es tal pretensión un colosal disparate? 

En nuestra fauna casi el 90% de los políticos se declara cristiano y muchos sin empacho, ensayan grotescamente ciertos pasajes bíblicos; pero sus actos gritan que se deleitan en su soberbia y acaban sintiendo temor y asco por la excelencia de la verdad. ¡Grave problema ético! 

Las conciencias pueden estar averiadas, ya que “Somos muy aficionados a decir que buscamos la verdad, pero muy reacios a aceptarla” (E. Gilson filósofo e historiador francés). Amar la verdad es la primera condición para conocerla en profundidad. 

¿Cuántos de nuestros tribunos-políticos conocen la verdad? Por ello, la Iglesia tiene mucho que decir a los políticos y demás autoridades que tienen la gran misión de gobernar un pueblo. Al fin y al cabo, todos somos iglesia, es decir, parte del cuerpo místico de Cristo. 

El que pueda entender esta verdad, que lo entienda. Será de mucho provecho personal como también para la comunidad a la cual dice servir. ¡Ta upéicha!

viernes, 16 de agosto de 2024

NO HAY MAL ... ¡Que por bien no venga!

 

No hay mal que por bien no venga. Dicen que este refrán es enseñanza que transmite una visión optimista de la realidad, ya que de una dificultad se puede lograr algo bueno o favorable.   

Se lee en el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna. Todas las cosas tienen “pros y contras”. 

El P. Jorge Loring agrega: “Hay sufrimientos que Dios no los quiere. Porque son consecuencia de pecados. Por ejemplo, las víctimas del terrorismo. Pero otros sufrimientos entran en los planes de Dios. Por ejemplo, las víctimas de un terremoto. Son dolores consecuencia de las leyes de la naturaleza”.

El mundo que Dios hizo tiene muchas cosas buenas, pero a veces ocurren desgracias que no comprendemos. Sería absurdo querer entender a Dios al modo humano. Dios tiene su Providencia que a veces no entendemos: lo mismo que las hormigas no entienden el juego del ajedrez y no saben por qué se mueve una pieza u otra.

Es lógico que el hombre no siempre entienda el proceder del Todopoderoso Dios. Nos debe bastar saber que Dios es Padre y permite el sufrimiento para nuestro bien. Por eso deja actuar las leyes de la naturaleza y la libertad de los hombres.
 

Para los hombres el sufrir es un mal; pero no así para Dios, que redime al mundo por el sufrimiento. Si el sufrir fuera malo, Cristo no hubiera sufrido ni hubiera hecho sufrir a su madre. Esto, aun así, no impide que nosotros procuremos aplacar el dolor con los medios que Dios pone a nuestro alcance.

Pero, también hay que valorar la mortificación voluntaria y la penitencia. El sacrificio siempre fue una práctica frecuente en toda la Historia de la Iglesia. Las aflicciones o mortificaciones deben tener una cierta continuidad. No se trata de hacer un gran sacrificio un día, para luego descansar una temporada. Hay muchos modos de hacer pequeñas mortificaciones.
 

Sufrimiento es una actitud pasiva o activa frente a un mal, o mejor, frente a la ausencia de un bien que se debiera tener. “El hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión del bien. Se puede decir que el hombre sufre a causa de un bien del que él no participa” (Juan Pablo II). 

Por consiguiente, valido es el proverbio No hay mal…que por bien no venga”.

viernes, 9 de agosto de 2024

PIENSO... luego, estorbo.

Al “pienso, luego existo” de Descartes y, al “me duele, luego existo” de Kierkegaard, puede ser añadido el “pienso, luego estorbo”, de no pocos terrícolas que pueblan nuestra fauna hoy.   

Nos enseña Ricardo Yepes S. en Fundamentos de Antropología, que el fin de la vida social es la vida buena, que no la buena vida. El fin de la ciudad es la vida de armonía, respeto y solidaridad, no sólo de conveniencia y el simple vivir. 

Así, aspiramos disfrutar de un conjunto de bienes que componen la vida buena, donde se practica la justicia, las buenas relaciones familiares, el respeto a las personas, al bien común y a las leyes, entre otras acciones virtuosas. Por tanto, el fin de la vida social es la felicidad de las personas. Contrariamente a estos nobles pensamientos, sin embargo, vivimos sufriendo conductas irracionales que van creciendo saludables en nuestra sociedad. 

Se afirma que el pensar es el acto más sublime de la inteligencia: ¿Piensan aquellos que atropellan impune y prepotentemente el sagrado derecho al descanso de gente trabajadora o enferma, cuando molestan con potentes equipos de sonido a altas horas de la noche? 

¿Piensan aquellos que ponen en riesgo sus propias vidas y la de terceros, cuando en la noche transitan sobre una motocicleta sin luz, con tres y hasta más miembros de una familia? 

¿Piensan aquellos orangutanes de grotesco actuar, fruto de su arrogante ignorancia, cuando gritan al mundo algo así como: Yo soy...; Yo hago lo que quiero … y qué: quéjate donde quieras y ante quien quieras?  ¿Piensan los irresponsables padres que permiten a sus hijos menores conducir alcoholizados, provocando todo tipo de desórdenes en la vía pública? 

¿Piensan aquellos que guiados sólo por sus instintos -lejos de la razón- cometen todo tipo de salvajadas en la calle, en la cancha, en la escuela? ¿Por qué los padres no son los primeros en corregir a sus hijos patoteros que promueven peleas tanto en la calle como en los colegios, sucia costumbre que ganan adeptos? Finalmente, ¿no se dan cuenta que convertirse en “aborto social” es igual a ganarse el desprecio de la sociedad decente? 

De ahí que el “no pienso, luego estorbo”, es una palpable realidad en la conducta de nuestra fauna humana. Sin embargo, este mal no tiene la última palabra. Somos seres dotados de razón y voluntad libre y por consiguiente, superiores a cualquier bestia. 

Entonces, utilicemos el siguiente trípode para lograr la vida buenaa) cultivemos nuestra mente, leyendo y estudiando para adquirir saberes útiles; b) fortalezcamos nuestro ser interior, nuestro espíritu -somos espíritu encarnado y carne spiritual; c) y así, disciplinar nuestra conducta para vivir en sabrosa armonía social. 

No necesitamos ser un país territorialmente extenso para ser un Paraguay digno y decente. La grandeza de una nación se mide por la ausencia de chatura cívica de sus habitantes. Sepultemos, por tanto, el mbareté-pokaré  y enarbolemos la bandera de virtudes como la decencia personal y el respeto a los demás. Los paraguayos de bien lo merecemos. ¡Ta upéicha!

jueves, 8 de agosto de 2024

¡RESPETO, CORTESÍA y TOLERENCIA,,, ¿Valores perdidos?


Es fácil sentir que las relaciones humanas en el trabajo, familia, y vecindad…están muy debilitadas. Por consiguiente, urge reflexionar-ña ñamindu´umi, con entrega y dedicación esta realidad. Abundarán argumentos para explicar el fenómeno. 

Al parecer, algunos de esos posibles motivos es haber perdido el valor de la delicadeza personal. Quizá se malentienda que cualidades como finura, suavidad, distinción, cariño, etc., se considere sinónimo de debilidad o falta de hombría. 

En una sociedad donde la matonil prepotencia grosería, indiferencia, vulgar arrieraje y descortesía, fortalecen sus reglas…imagino muy difícil, ser cortés, respetuoso, y amable, sin que el imaginario colectivo, no lo asocie de modo erróneo y desfigurado, con el mundo de “maricas” en oposición al “machote”. 

Ejemplos: No saludar al vecino, al compañero de trabajo, a alguien con quien me cruzo en la calle, ¿me hace más o mejor, o demuestro lo ignorante, evasivo, y mísero que soy? o, ¿creo que mi saludo es gran regalo no merecido por el otro? 

Saludar es cortesía; no depende de ningún agrado o simpatía. No saludar, en cambio, es negar buenos deseos al otro, o peor aún, muestra de desprecio al hacerme “superior” al otro, “inferior”, que no merece mi saludo. 

Delicadeza al hablar. ¿Cómo y cuál es mi actitud en el trato con los demás? ¿Soy delicado en la forma de hablar, teniendo en cuenta el tono, la paciencia, las palabras, o digo lo que quiero y como quiero, porque nadie me impedirá? 

¿Quién no se ha arrepentido por alguna palabra dicha de mala manera, que - sin querer o queriendo… ha ofendido a alguien, generado malestar o confusión, porque “disparó” sin “pensar” lo que dijo, creyéndose con derecho a decir cualquier cosa, en cualquier momento y a cualquier persona? 

Es contrario a la delicadeza hablar de los demás. ¿Quién de los mortales tiene derecho de hablar de las intenciones del prójimo, sin caer en la estúpida pretensión de adornarse con el “síndrome de diocesillo”? 

Delicadeza es necesaria hasta para reclamar nuestros justos derechos que están garantizados por ley. Y sin embargo, comprobamos que, muchas veces, mi derecho extiendo más allá de los límites, al atropellar derechos ajenos que nada tienen que ver con mis desatinados “derechos”. Esto es delito.  

Delicadeza es respetar al otro como alguien igual a mí. Ejemplo, si al momento no me es posible atender la llamada telefónica, luego tengo que devolverla. Eso es cortesía, respeto. No hacerlo es bravuconada-matonil o ignorancia…o ambas cosas. 

La mejor noticia que puede dar al mundo, un ejemplar de esta calaña -si no se redime- es su: desaparición

sábado, 3 de agosto de 2024

NO APLAUSOS... ¡Durante la Misa!

 

Se lee en una publicación de Manila-Filipinas: Nada de aplausos durante la misa: ¡Es el memorial del Calvario! El arzobispo de Filipinas Mons. Sócrates Villegas, en su carta con ocasión de la Cuaresma dijo: “Somos una Iglesia congregada por el Señor, y no un club organizado por una admiración mutua”. 

¿Por qué no se debe aplaudir durante la Misa? A través del documento, el prelado pide a los católicos evitar “aplausos durante la misa”, afirmando que la Eucaristía es una “fiesta y memorial del Calvario”, declara Mons. Villegas (21.02.20) 

“Partir el pan es conmemoración de la violenta muerte que sufrió el Señor. ¿Quién aplaude cuando otros sufren? Es un dolor con amor; pero sigue siendo dolor”. 

¿Acaso alguien hubiera aplaudido al subir hasta el Calvario? ¿La Santísima Madre o Juan, su predilecto, lo habrían hecho? Es la pregunta que plantea a los fieles Mons. Villegas, arzobispo y presidente de la Comisión para los seminarios de la Conferencia Episcopal Filipina (CPCP). 

La Misa es una “fiesta y un memorial del Calvario”. Si no se corta con esto cuanto antes, dice Mons. Villegas, los aplausos “pueden robarnos el verdadero significado de la liturgia y del culto cristianos”. Pide analizar a fondo los “supuestos motivos” que llevan a aplaudir en la iglesia. 

“¿No será que batir palmas es el antídoto contra el aburrimiento en la iglesia? ¿Acaso batir palmas a las homilías sería signo de vitalidad litúrgica? ¿No será que este aburrimiento tiene su raíz en una concepción errada de lo que es la adoración y la oración?”. 

Así, “la comunidad en oración se convierte en un público necesitado de diversión: los ministros litúrgicos, llegan a ser artistas; y los predicadores se convierten en eruditos anunciadores de brindis. Esto no debe ser así”.  

Mons. Villegas recuerda lo que dijeron dos pontífices sobre este tema. Uno fue Pío X, que prohibió los aplausos que le brindaban en la Basílica de San Pedro, diciendo que “no es correcto aplaudir al siervo en la casa del amo. 

“Allí donde irrumpe el aplauso en la liturgia, se está frente a un claro signo de haber perdido la esencia de la liturgia, y sustituida por una suerte de diversión de trasfondo religioso”. (Benedicto XVI) 

“El aplauso puede ser superficial. “Somos una Iglesia congregada por Dios, y no un club para la mutua admiración”.  A los sacerdotes pide: “Eviten aplausos para tener despiertos a los feligreses. Una homilía breve e inspirada tiene una vida más larga que el aplauso intermitente mientras ustedes predican”. 

Las demostraciones de aprecio, deben hacerse fuera de la misa. “No me aplaudan después de la misa, cuando visito su parroquia o su capilla. Ustedes y yo somos huéspedes en la Casa de Dios. No somos más que siervos en la Mesa del Amo. […] Partir el pan es un recuerdo de la violenta muerte del Señor. ¡Ta upéicha!