A todas estas tragedias se suma los políticos, que prometen libertad, prosperidad y democracia…pero cada vez más, nos hunden en la desgracia.
Así, las asignaturas son cada vez más difíciles de pasar, amén de otras como la alegría, la felicidad, el gozo, la paz y el amor que aparentemente son muy sencillas. Pero, para poder disfrutar de estas bondades, es urgente luchar contra nuestras propias miserias.
Así, los sabios recomiendan: “no le temas a las desgracias, aunque se levanten como un gigante, o como una enorme montaña impenetrable. Si caminamos junto al divino Maestro, él nos dará la gracia y la correcta dirección para superar dificultades”.
Porque, cada uno de nosotros estamos llamados a tener una vida plena, llena de gozo, logros, realizaciones. Para ello necesitamos reconocer y trabajar nuestras debilidades.
En nuestras relaciones con los demás, debemos de usar la misericordia, la paciencia, el perdón y por sobre todo el amor. Ser tolerantes, comprensivos, dadivosos y pacíficos. Todo esto para lograr una relación estable y armoniosa. Así recomienda la Palabra:
“Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros” (Mt.11, 29-30)
En cuanto al dinero (pira piré), son pocos los que se vuelven ricos de la noche a la mañana. Algunos que sacaron millones en la lotería a los pocos años, quedaron tan o más pobres que antes, por incapaces de manejar mucho dinero.
El descontrol, el despilfarro, las malas inversiones, la deshonestidad y el pensar que nunca se iba a acabar, los llevan a la bancarrota. ¡La vida es… aula de aprendizaje! A propósito un cuento que me enviaron: “El peso de la mantequilla”.
“El
panadero de un pueblo, compraba su mantequilla a un granjero vecino. Un día
empezó a dudar sobre el peso de la mantequilla comprada y decidió investigar el
asunto.
Durante
varios días pesó la mantequilla y encontró que, de hecho, el granjero le daba
cada vez menos mantequilla. Lleno de ira decidió llevar al granjero al
tribunal.
-Supongo
que usted tiene unas balanzas… le dijo el juez al granjero.
-No,
señor…respondió el granjero.
¿Cómo
entonces pesa la mantequilla que vende?
Muy
sencillo, su señoría –respondió seguro el granjero:
-Cuando
el panadero empezó a comprarme mantequilla, decidí comprar el pan de su horno, y
sus panes de medio kilo son los que
usé para pesar la mantequilla que le vendo.
Si
falta en el peso de la mantequilla, la culpa es solo suya. ¡La misma medida!
A veces nos enojamos, juzgamos y atacamos a los demás porque algo nos disgusta. Pero, olvidamos que, en ocasiones, solo es el reflejo de lo que somos y hacemos…Así las cosas: la vida es… ¡permanente aula de aprendizaje! ... Conclusión: ¡Ayunemos entonces, de este "pokare criollo"... tan ñane mba´e.
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