Sabemos
que cada segundo alguien pasa a ¿mejor vida?, pero ignoramos quiénes y
cuántos están delante de nosotros. Ya no podemos volver al final de la fila, tampoco,
podemos salir de la cola.
Luego, mientras esperamos nuestra hora, ¿por qué no hacer algo que valga la pena vivir en este valle de lágrimas? ¿Cómo? ¿Vivir la vida a lo loco?… ¡No, todo lo contrario! Es importante tener un propósito: ¡Motivarse uno mismo… y a los demás!
-¿Quién
“pio”
se va motivar con la idea de morir?... ¡¡¡Nde Tavy!!!
-En serio te digo “bro Goyín”. Para no amargarte ante una realidad que no podés cambiar, lo mejor es prepararte.
-¿Prepararte para qué?... ¿Y qué se supone que haga?
-Alguien dijo que podrías elogiar
más y criticar menos. Ejemplo; a un “don nadie”, “Jagua ry'ái”, hacé que se sienta importante, por
ser persona, que no se sienta disminuido por ser pobre o ignorante.
-Hacé la diferencia para que el otro, aunque no se sienta amado, al menos, sea respetado. Esto es, no dejes de hacer lo que puedes hacer, ayuda, aunque te critiquen por ser correcto.
No te arrepientas de haber intentado lograr tus metas las veces que son necesarias, de remar contra corriente por hacer el bien…
“Pensar en nuestra muerte no es una fantasía mala”; de hecho, vivir bien cada día como si fuera “el último” y no como si esta vida fuera “una normalidad” eterna. Luego, guste o no, hace falta encontrarse listos cuando el Señor llame, dijo Papa Francisco.
El hombre posmoderno está desilusionado, entregado a un sistema de consumo instantáneo como búsqueda de placer y satisfacción. Tanto que muchos corren velozmente hacia la trivialidad (vyroreí), a ningún lugar, sin saber dónde ni para qué.
Otros se desesperan ante un futuro tan incierto. Rechazan toda moral al “zambullirse” en el “perreo”, divorcio, aborto, drogas, farra, etc. Este tipo de ejemplar, con “síndrome de diocesillo”, decide qué está bien o mal.
Ignora o desafía la sentencia bíblica: “Pero les digo que en el día del juicio el castigo para ti será peor que para la región de Sodoma”. (Mt 11:24)
“Porque
todos tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba lo que le corresponda, según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras
estaba en el cuerpo”. (2ª Co 5:10)
Dice el P. Díaz: “El ser humano sabe que la plenitud y felicidad no es algo dado, sino que se debe buscar y conquistar en este mundo. Lo cierto es que todos estamos en búsqueda de una vida feliz”.
El sentido de la vida humana, solo puede disfrutarse en plenitud cuando se vive en armonía con Jesús, fuente de vida de toda la humanidad. Porque todos tenemos el mismo origen, la misma naturaleza, la misma vocación y el mismo destino.
Y esto es así, querido Goyín, lo creas o no, te guste o no. ¡Porque lo que es, ES, y lo que no es, no ES!. Nada importa, vale o modificará lo que creas u opines.
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