lunes, 7 de enero de 2019

CORTESÍA…

¡NO ES HIPOCRESÍA!

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La definición que la RAE ofrece para cortesía es: “Demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona”. La cortesía, por lo tanto, es una expresión de las buenas maneras o del reconocimiento de las normas sociales que se consideran como correctas o adecuadas.

Además, hay expresiones hechas que se usan de manera frecuente y que se considera que quien las emplea está demostrando su buena educación y respeto hacia la persona con la que está hablando (independientemente de su conducta moral).

Digamos cuando es necesario, perdón, disculpe, buenos días, buenas tardes, buenas noches, por favor,  muchas gracias. Seamos amables porque a todos nos gustaría ser bien tratado. Evitar actitudes que resulten ofensivas, porque no nos agradaría que nos ofendan. No nos burlemos del otro...etc.

El DRAE define hipocresía: “Fingimiento de cualidades contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”, es decir, que fingen ser lo que no son. El hipócrita, por consiguiente, aplica la cortesía cuando le interesa o conviene. Cuando puede obtener beneficio de ello o causar algún perjuicio al contrario.

Vivimos tiempos complicados que demandan expresiones y actitudes prudentes. Confundir cortesía con hipocresía, es malicia o ignorancia, o ambas cosas. Cabe señalar que en la Biblia el concepto es utilizado en repetidas ocasiones y hace referencia a alguien que pasa por ser quien “no es”.

La hipocresía cabalga sobre dos acciones, el simular y el disimular. La primera: Hacer que algo parezca real no siéndolo: “Me considero rico, pero soy un paria”. Disimular, esconder, camuflar, disfrazar, encubrir, ocultar: “Digo no tener…pero tengo más de lo necesario”

Luego, podemos decir que la hipocresía consiste en defender ciertos valores y aplicar otros en la vida cotidiana. Por ejemplo: un papá que advierte a sus hijos sobre los peligros del consumo de alcohol y luego llega borracho a su casa, es un hipócrita.

Otra muestra de hipocresía se evidencia en el funcionario público que, frente a las cámaras, habla sobre la importancia de la solidaridad y la ayuda social pero, en su vida privada, jamás movió un dedo a favor de nadie, pese a tener abultados medios económicos para hacerlo.

No faltan quienes apelan a la hipocresía como “políticamente correcto”, porque -ndajé- es necesaria para evitar conflictos en las relaciones interpersonales. Así, se finge sentimientos contrarios a los que realmente se experimenta.

Otros pontifican que si las personas dicen la verdad, puede crear problemas que no desean. Después de todo, que alguien exprese que no le gusta algo de otra persona no tiene por qué ser negativo, en todo caso es su forma de percibirlo, tan válida como la de cualquier otro pero sin ningún tipo de autoridad como para hacerle daño al individuo en cuestión.

La vida, dicen, hay que saber vivirla. Sabe vivir quien reconoce a los demás -sin pretender que aquellos sean ángeles-, y ese reconocimiento comienza por el saludo. Sin el saludo conoces, con el saludo, reconoces.

No olvides -dice C. Díaz- que si dejas de saludar a los conocidos comenzarán tarde o temprano a desconfiar de vos y, acabarán un día por volverte la espalda, escondiendo su rostro. Saludar no es fingir, sino practicar en vivo y el directo la convivencia que termina calmando la desconfianza y el py’á ro (agrego yo) ¡Feliz año 2019¡

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