¿ARAKA´ É PIKO? .....
No pocos calificarían de desagradable y “poco feliz” pensar sobre la ineludible realidad que llegará: la parca o fecha de vencimiento de cada uno. Aunque no guste, hace falta darle “bolilla”, porque está en juego lo más importante: nuestra Felicidad o Condena Eterna, que no es poca cosa. ¡Según se vive, así se muere!, dice el refrán.
El P. Mariano de Blás sugiere considerar a
la muerte como severa maestra de vida, que
nos enseña la verdad, para que no nos ocurra aquello de: “Cuando pude cambiar, arreglar todo, no quise
hacerlo; y ahora que quiero, ya no puedo”. Pensar
como si fuera hoy el último día de mi vida es una forma inteligente de vivir,
negar la parca es tan tonto como correr a toda velocidad hacia
ningún lado.
Llevamos viviendo años, muchos o pocos. Morir no es
cosa de viejos ni de enfermos: desde el primer día que vivimos, ya estamos
listos para morir”. Kierkegaard (1813-1855) decía que “desde que nacemos ya somos lo suficientemente
viejos para morir”
Si hoy
fuera mi último día, ¿de qué estaría contento o arrepentido? A la parcano le importa categorías:
mueren los jóvenes, los ricos, los pobres, reyes, jefes de estado y también
quienes viven como “gerentes generales del mundo”. Decía el poeta latino
Horacio: “La muerte golpea con el
mismo pie las chozas de los pobres y los palacios de los ricos”.
La fecha de vencimiento sólo Dios conoce. Podemos morir jugando, en la ruta, de enfermedad, farreando... La muerte sorprende como ladrón. El ladrón no anuncia por redes sociales su visita, llega cuando menos se piensa. (Mt. 24-43)
Ningún terrícola tiene agendada: “en tal fecha moriré y una semana antes arreglaré mis asuntos, me despediré de mis familiares para morir en paz”. Si somos jóvenes no creemos que moriremos pronto, nos sentimos con vital optimismo: “No niego que voy a morir algún día, pero ese día está muy lejos”. Si somos mayores, decimos: “Me siento muy bien todavía”. “A ñe ñandú porá gueterí”.
Ña
ñamindu´u mi hagua (para pensar): La muerte nos separa de todo, honores, familia, amigos,
riquezas, es un adiós definitivo a todo valor terreno. Por eso, si un día me
dejaré de todo, ¿por qué me apego a tantas cosas?. Lo ideal es vivir tan
desprendido, que cuando muera, nada tenga que lamentar.
Al morir se cierra la posibilidad de ganar
puntos. Después que el árbitro pita el final del partido, ya nada vale, se ganó
o se perdió. Si a la hora de mi muerte gané pocos méritos, con esos pocos
resultados me quedaré para la eternidad. Restará sólo llorar como rebaño - dirá Carlos Díaz - lo que
no vivimos como personas, la única vida que tenía y además, tan corta...
Esto vale para creyentes y escépticos. Atribuyen a Epicuro decir: “Es de necios apesadumbrarse por la muerte,
porque cuando ella está presente, nosotros no existimos y cuando existimos
ella está ausente. Nos
preparamos para un examen, una fiesta, un viaje. Y para la eternidad...
¿Estamos preparados? ¿Podríamos morirnos tranquilamente ahora? ¿Mba´é piko la ñande porte?
“Hay tiempo
todavía, no hay que preocuparse”. No preocuparse
sería lógico si se supiera el día y la hora.“Me prepararé
cuando llegue la hora”. ¡Absurdo! hay muertes imprevistas, como las de los accidentes,
las repentinas, etc. ¿Quién me asegura que no moriré dentro de un minuto?
La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se
pisotean. Al ver cómo viven muchos terrícolas uno debe creer que odian la vida
y prefieren la muerte. Hay sin embargo, una buena muerte: La de quien puede decir en
ese momento: “Misión cumplida”.
Entonces, lo importante no es cuándo, sino cómo morir. No podemos fijar día, lugar, forma de morir, pero, podemos decidir el cómo. Porque se muere según se vive. Si se vive bien, se muere
bien; si se vive mal, se muer mal. Es decisión personal.
Sabemos que la vida se gasta bien o mal y no es posible ahorrar la vida. La eternidad es lo que
sigue a esta vida. Gastarnos por amor al prójimo en Dios, es
lo razonable y seguro”. ¿Qué es reprochable en este estilo de vida?
Según se vive, así se muere. Los que viven con honestidad, seguros que morirán santamente. Pero los quienes viven haciendo el mal, seguros que morirán impenitentes, con rechinar de dientes y donde el fuego nunca se apaga. Tenemos una eternidad para descansar y una vida corta para trabajar y “negociar” nuestra salvación. El imbécil se relaja...el prudente se prepara.
Todo lo dicho ocurrirá, independientemente de mi escepticismo. A la Parca, mi gusto, duda o creencia le importa un bledo. Ojalá
no tengamos que arrepentirnos muy tarde, como nos relata la enseñanza
evangélica del rico Epulón y el pobre Lázaro (Mt. 16, 927)
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