Oigan
bien esto, pueblos y habitantes de todo el mundo, lo mismo los ricos que los
pobres, lo mismo los poderosos que los humildes. Voy a hablar con sabiduría y
expresaré pensamientos profundos; pondré atención a los refranes, y diré mi
secreto al son del arpa.
¿Por qué voy a tener miedo cuando vengan días malos, cuando me rodea la maldad de mis enemigos? Ellos confían en sus riquezas y se jactan de sus muchos bienes, pero nadie puede salvarse a sí mismo ni pagarle a Dios para salvar su vida. ¡No hay dinero que compre la vida para siempre!
Se ve que todos mueren por igual, lo mismo los sabios y los tontos, y quedan para otros sus riquezas. Aunque dieron su nombre a sus tierras, el sepulcro será su hogar. ¡Allí se quedarán para siempre!
Nadie es eterno, por muy rico que sea, muere lo mismo que los animales. Así acaban los que en sí mismos confían; así terminan los que a sí mismos se alaban. Para esa gente, la muerte es el “pastor” que los conduce al sepulcro como si fueran ovejas.
Cuando llegue la mañana, los buenos triunfarán sobre ellos; su fuerza irá decayendo y el sepulcro será su hogar. Pero Dios los salvará del poder de la muerte, porque nos llevará con Él.
Si alguien se hace rico y aumenta el lujo de su casa y de sus cosas, cuando muera nada llevará: ni su lujo le seguirá al sepulcro. Aunque se sienta “feliz” mientras vive, y la gente lo alabe por ser rico, el día de la muerte llegará y no volverá a ver la luz.
Nadie es eterno, por muy rico que sea morirá. Alfonso Milagro Dice:
¿Te fijaste cómo se consume la vela? Da luz, disipa tinieblas, pero a costa de su propia existencia…se va consumiendo, deshaciendo, desapareciendo... Cuanta más luz da, menos le queda para ella. Y cuando ya no puede ser útil, deja de existir.
Así debemos ser nosotros a costa de ciertos disgustos. Este debe ser nuestro programa de vida: dar felicidad a los otros, aunque ello suponga renuncias y privaciones. Así como lo hizo Jesús, el Señor.
Cuando una mamá nos la vida, sufre; pero ella en su propio hijo cobra nueva vida, valor y amor. Es hermoso llegar al final de la vida teniendo conciencia de que nos hemos consumido por el bien de los demás. No es fácil. Es el precio de la eterna felicidad. ¡Ta upéicha!
No hay comentarios:
Publicar un comentario